[Teleidoscope 2014 – Líneas]

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Mi Venezuela, en la que nací hace casi 34 años, ya no es ni la sombra de lo que era. Siento que las líneas de mi bandera se han desdibujado y que los colores que la conforman, junto a sus siete estrellas (aunque desde hace unos años luce ocho y no he comprendido aún el motivo), se tiñen de rojo por la sangre derramada a causa de las balas que los efectivos militares disparan en las calles donde pasé veintisiete años de mi vida. En las que jugaba con la bicicleta y montaba en los columpios cuando era pequeña. Viviendo mi vida y estudiando una carrera. Esas donde conocí a mis amigos y compartí con mi familia, hoy se llenan de barricadas o güarimbas, como se les dice allí, para protestar por todo aquello que nos han ido arrebatando. Porque poquito a poquito nos han quitado hasta la dignidad y lo peor es que los hemos dejado, y ahora, cuando tratamos de recuperar nuestros derechos y dignidad perdida, nos arrebatan la vida los militares y los grupos de guerrillas armadas a favor del gobierno, porque según ellos nosotros somos golpistas. Parece que olvidan, tanto los gobernantes como sus seguidores, que hace 24 años, el difundo Hugo Chávez Frías junto a otros militares sublevados que a día de hoy siguen formando parte del gobierno, empuñaron sus armas contra el estado y el pueblo para hacerse con el poder. Pero bien dicen que sólo podemos juzgar el futuro que nos espera si miramos un poco el pasado que hemos vivido. Al igual que asesinaron aquel 4 de febrero, han asesinado con total impunidad, directa o indirectamente, a todos esos venezolanos que han perdido la vida a causa de la inseguridad en las calles (un venezolano muere cada 20 minutos a causa del hampa) o por esperar un tratamiento médico que les pudiera salvar la vida, porque sencillamente no hay insumos médicos ni para tratar la diabetes o a todos aquellos que se han manifestado contra el estado desde hace ya casi 16 años.

Cuando veo las noticias, esas pocas que llegan aquí o leo en los periódicos venezolanos, me doy cuenta que no refleja ni un 5% de las cosas que ocurren allí porque se ha bloqueado la información. Porque tanto el gobierno de Hugo Chávez Frías como el de Nicolás Maduro han exterminado todos los medios de comunicación existentes en Venezuela. Porque la población ya no se puede expresar libremente. Porque si piensas diferente sencillamente, desapareces. Lo único que les queda a los venezolanos para comunicarse con el «mundo exterior» son las redes sociales hasta que también las bloqueen y desaparezcan y dejemos de escuchar en las noticias el nombre de mi país.

Los venezolanos cada día tienen que hacer largas colas durante horas para comprar productos de primera necesidad, no es fácil conseguir harina, leche, azúcar, mantequilla, huevos, pero tampoco es fácil conseguir medicamentos, existen hasta aplicaciones para el móvil para saber dónde ha llegado un camión para descargar productos de primera necesidad, y así poder hacer la cola con tu familia y adquirir los productos. Estas cosas que aquí, las cuentas y la gente te mira con cara de estas exagerando y a veces, sencillamente ya no cuentas nada porque la gente te toma por loca cuando les dices que ocurre allí. A todos nos parece impensables que en pleno siglo XXI esto ocurra y más cuando vives en Europa, lugar en el que la gente cree que la izquierda y la derecha es igual en todo el mundo y no comprende que eso, en latinoamericana no existe ni funciona. Me duele el alma al ver lo que pasa mi gente, porque, aunque este fuera del país como muchos, nosotros tenemos allí familia y amigos, gente que queremos, y mucho, que pasa muchísimas necesidades en su día a día. No es que cuando nosotros vivíamos allí no las pasáramos, porque siempre ha estado todo muy jodido siendo un país tan rico, pero ver las cosas desde fuera hace que tengas otro punto de vista. Cuando allí te parecía «normal» que a fulanito o a menganito lo asesinaran para robarle el móvil, te decías como para justificarte el hecho pero si es que él/ella lo sabía, no se puede contestar el teléfono en la calle. Desde aquí solo piensas ¿en qué país se está convirtiendo Venezuela cuando ya ni siquiera puedes contestarle el teléfono a tu madre en la calle?.

Te llevas las manos a la cabeza porque, cuando creías que ya no podían pasar cosas peores, te das cuenta que si ayer estábamos al borde del abismo hoy hemos dado un paso al frente y la incredulidad se apodera de ti. Un trozo de mi corazón muere lentamente, ese que se quedó en Caracas, negándose a salir cuando cogí mis maletas y me fui buscando algo mejor. Siento vergüenza de aquellos que se hacen llamar defensores de la patria que golpean y disparan a matar a los ancianos, a los jóvenes, a todos aquellos que ya no se callarán más hasta ser escuchados porque los estudiantes y todos los que luchan a día de hoy en la calle son los malos y los que asesinan y hieren son héroes nacionales. Siento y creo que no hay causa más noble que la de seguir luchando por aquellos que han dado su vida por nosotros en las calles para devolvernos la libertad.